miércoles, junio 03, 2009

DEBRAYE DE LA CEGUERA

Cuando era niño (una de mis frases clicheadas y favoritas para empezar un post) tenía rayadas las córneas. Eso lo detectó un oculista y unas gotas mediante, me taparon primero un ojo y después los dos: estaba completamente ciego.

Mi madre en ese entonces no tenía con quién dejarme y me llevaba a su trabajo. Después de un “no te muevas de aquí” me dejó y como pocas veces (en serio) no obedecí, quise experimentar qué sería caminar si usar los ojos. Estaba en una secundaria, era el turno vespertino y por alguna razón ya no había alumnos en la escuela, mis manos me eran insuficientes para percibir el mundo y varias veces, caminando a ciegas, me di severos topes con la pared y estuve a punto de caer por las escaleras. Poco después mi madre me encontró y ya no me separé más de ella.

Ahorita estoy leyendo Santa, novela de Federico Gamboa, que trata de una mujer que se convierte en prostituta y que es pretendida por muchos hombres, uno de ellos un feo y ciego pianista llamado Hipólito, que se enamora de la heroína no por el deseo que atrapa a todos los que visitan la casa de citas; sino por la complicidad y las confidencias propias. Me reconozco en ese personaje, porque de la misma manera me enamoro: más por las cosas que no se ven que las registradas a través de los ojos.

Una maestra de universidad que nos daba taller de ortografía un día nos platicó una teoría en la que fundamentaba sus tesis de maestría: que si bien las cosas que percibimos con la vista y con el oído funcionan para cerrar el círculo de la comunicación (emisor-mensaje receptor-mensaje-emisor), también el tacto y el gusto, que codificaban y decodificaban impulsos del cerebro, formaban parte de aquella dinámica de comunicación, así que la lectura no sólo es a través de los ojos, sino también puede serlo de los demás sentidos, como el tacto. Así recuerdo, para ejemplificar, la última vez que toqué la espalda de una mujer para bailar… lo bien que se sintió.

Pero cuando no podemos ver o tocar, cuando estamos lejos por alguna circunstancia, cuando los sentimientos no se expresan, cuando no hallan en quién depositarse, cuando no se puede comprender lo intangible ¿no es también, de alguna forma, ceguera? Si es así tengo ojos y estoy ciego, camino sin rumbo y dándome de topes en las paredes, con los brazos extendidos sin saber si estoy cerca del precipicio, esperando a alguien que sí vea y se quede conmigo hasta el momento en que recupere la vista, o que me decida a recuperarla, porque no hay más ciego que el que no quiere ver.

Unos dicen que el amor es ciego y la locura lo acompaña; otros más dicen que el amor está muerto. Yo digo que la belleza física que entra por los ojos tiene un peso específico, también hay cosas en la otredad que no se ven y que te hacen sentir cómodo contigo, tanto que puedes pensar ya no sólo en ti; sino percibirte en conjunto. Mezcla de lo visible y lo invisible, de fe y hecho, de sentimiento y carne, de recuerdo y tentación.

Ha de ser padre cuando los que se aman son dos y no sólo uno. Así concluyo este post de debraye patrocinado por mí. Es bueno tener un blog y escribir lo que quieras en él. =)

Nos vemos en el futuro.

No hay comentarios.: